Jerez de la Frontera
Pocos lugares en España gozan de un reconocimiento internacional como el que disfruta Jerez. Gracias a su vino -el “jerez” o “sherry”-,la tradición ecuestre y taurina, el flamenco y el motor, el nombre de esta ciudad andaluza hace mucho tiempo que traspasó fronteras.
Hasta sus alrededores llegaron los fenicios hace 3.000 años para fundar la colonia llamada Xera, la ciudad que más tarde se llamó Ceret bajo el dominio romano, y Sheres o Xeres cuando fue fortaleza árabe. Con los Reyes Católicos se inició el próspero comercio de sus famosos vinos con los ingleses.
Los musulmanes dejaron una honda huella en la ciudad, como el trazado urbanístico de los barrios enclavados en el corazón de la antigua medina árabe: San Lucas y San Mateo, que acoge su iglesia homónima, la plaza del mercado (sede del museo Arqueológico) y el palacio Riquelme.
Pero sin duda el vestigio andalusí más importante es el alcázar de Jerez, hallándose en el interior del recinto amurallado la mezquita, los baños árabes y el jardín de los Olivos, con albercas y fuentes que armonizan a la perfección con el palacio barroco de Villavicencio, erigido sobre las ruinas del primitivo palacio islámico Y en cuya torre el visitante puede visitar la original cámara oscura.
Del gótico posee la ciudad muchas y valiosas muestras. En el barrio de Santiago, cuna de la bulería, se enclava la iglesia de Santiago, del s. XV, que guarda la imagen de Jesús del Prendimiento, atribuida a la Roldana; la iglesia conventual de Santo Domingo e iglesia de San Marcos también son buenos ejemplos de este estilo. Todas albergan algunas de las tallas que procesionarán por las calles de la ciudad durante la Semana Santa (fiesta grande de Jerez junto con la feria del Caballo).
Muy cerca se encuentra la catedral, una bella obra barroca de gran monumentalidad. En su interior destaca la sillería del coro, la Virgen Niña de Zurbarán, una Inmaculada de Vaccaro, un crucificado de Juan de Arce y el Cristo de la Viga, gótico del s. XIV. La torre adyacente está construida sobre el antiguo minarete árabe.
A partir de los siglos. XVI y XVII la ciudad adquiere un empuje económico que atrae a genoveses, ingleses, flamencos, franceses, etc., que impulsan el comercio de la ciudad y en especial el sector vinatero. Esto marcará la fisonomía de la ciudad (al erigirse multitud de bodegas y casas señoriales).
Pero si lo que queremos es conocer Jerez y a los jerezanos, nada mejor que un buen paseo por la calle Larga, centro comercial y neurálgico de la ciudad. En ella late el pulso de la ciudad, aquí se dan cita las mejores tiendas y muchas terrazas donde disfrutar de una copita y de las ricas tapitas jerezanas. Podemos acercarnos a la plaza del Arenal, la más emblemática de Jerez, al Mamelón, a la placita del Banco, que bullen de vida y actividad, a la plaza Plateros o a la de Rafael Rivero, acogedoras y repletas de terrazas donde saborear la rica gastronomía de la ciudad.
Para el tiempo de ocio se plantean varias opciones: el circuito de velocidad, que suele acoger alguna prueba del Mundial de Motociclismo, el zoológico, que alberga en su interior el jardín botánico. Sin olvidar los centros museísticos como el de la Atalaya, también conocido como Palacio del Tiempo, que colecciona un buen número de relojes de todos los tiempo.
Cartuja de Santa María de la Defensión
Declarado Bien de Interés Cultural este monasterio está considerado como el monumento religioso más importante de la provincia. El gótico flamígero, renacimiento plateresco y barroco se dan la mano en una estructura armónica, en la que destacan por su belleza y encanto zonas como el pórtico de entrada, la capilla de Santa María de la Defensión o el patio de los Arrayanes. Visitable a través de citas concertadas o jornadas específicas. Pero además de por su valor artístico, la cartuja ha pasado a la historia por ser la cuna del caballo cartujano.