Trebujena
Situada en las proximidades del tramo final de la desembocadura del Guadalquivir, su paisaje alterna las marismas con un mar de suaves lomas de tierras albarizas cubiertas de viñedos. Los datos fidedignos más antiguos de doblamiento en la zona se remontan a la actividad comercial del aceite con Oriente en época romana a través del Portus Tarbissana hasta el que se internaba el Lacus Licustinus.
El núcleo urbano destaca por la blancura del conjunto y sus calles largas y abiertas, siendo la más animada la calle Larga. La Plaza Mayor es el centro neurálgico de la ciudad, donde se celebran todos los actos importantes y en ella se erige la barroca parroquia de la Purísima Concepción (ss. XVII y XVIII), con la Puerta del Perdón y el valioso Cristo de la Misericordia (s. XVIII) de la escuela de Juan de Mesa.
Del primitivo castillo no queda casi nada, tan solo se conservan algunos lienzos y almenas, que se pueden divisar si nos acercamos al antiguo mercado de Abastos. Y la ermita de Nuestra Señora de Palomares alberga además de la patrona de la ciudad, el Cristo de la Veracruz (ss. XV ó XVI).
Trebujena se inscribe dentro del marco del vino de Jerez-Xeres-Sherry y la Manzanilla de Sanlúcar y es famosa por sus mostos, que no se deben dejar de saborear acompañando sus ricos camarones o las famosas angulas.
Los humedales de la finca Codo de la Esparraguera se han convertido en un área privilegiada para la avifauna. Las concentraciones de cerceta pardilla, focha moruna y malvasía -todas ellas en peligro de extinción- convierten a esta zona húmeda en una de las más importantes de Andalucía.
En plena llanura marismeña frente al parque de Doñana, se enclava el cortijo Alventus (del s. XVIII) en el que se pueden contemplar exhibiciones de acoso y derribo, tientas y participar en fiestas camperas. Muy cerca de allí está el parque de la Ribera del Guadalquivir, en el que las antiguas chozas marismeñas se han habilitado para poder gozar de unos días de descanso y paz en plena naturaleza.
De Cine
El río Guadalquivir ha marcado desde antiguo la vida de estas gentes. Al acercarnos hacia él podremos observar un paisaje variopinto. Por un lado, las lomas cubiertas de viñedos y por el otro, las marismas; y en el horizonte Doñana. Una estampa espectacular al atardecer. Tanto, que Steven Spielberg decidió rodar aquí su película “El Imperio del Sol”.